Es posible que no te hayas dado cuenta, pero la música puede hacer mucho por ti. ¿Alguna vez estabas triste y te has puesto una canción para llorar y regodearte en tu tristeza? ¿Te ha pasado que estabas un poco apático y te has puesto una canción que te “ha enamorado el alma” y tu actitud ha cambiado totalmente? Y para hacer deporte, ¿qué te pones en los cascos para no tirar la toalla a los cinco minutos?
Seguro que ahora te das cuenta de que la música te ayuda mucho en determinados momentos.
James Rhodes, pianista británico conocido por haberle dado una vuelta de tuerca a los conciertos de música clásica acercándolos a todo tipo de público, cuenta en su libro Instrumental cómo la música le salvó, literalmente, la vida. Este músico estuvo en el abismo varias veces, sumido en la más profunda depresión, las adicciones, sin dinero y sin hogar. De hecho llevaba años sin tocar el piano. Tras su paternidad, muchos de sus fantasmas del pasado volvieron con más fuerza (fue víctima de abusos sexuales de pequeño). «Busqué distracciones, una salida que no conllevase el homicidio ni el suicidio. Y todos los caminos conducían a la música. Siempre lo hacen”.
Estando ingresado en una clínica psiquiátrica, sumido en el pozo, tras varios intentos de suicidio, Bach le salvó. Un amigo le introdujo un iPod Nano en un bote de champú (estaban prohibidos cualquier clase de objetos del exterior), con varios gigas de música. Y como dice Rhodes, todo cambió. De pronto supo que las cosas se iban a arreglar, y que tenía que luchar para salir de aquel lugar. Le entraron las ganas de vivir, de estar con su hijo… Y lo consiguió.
El Langui, el conocido cantante de rap madrileño, también cuenta a menudo que la música le ayudó a sentirse útil. De pequeño le gustaba el fútbol, pero resultaba frustrante no poder practicarlo debido a su minusvalía física. Cuando descubrió la música se le abrió un mundo al descubrir que con ella podía expresarse, podía contar historias. Y encima se le daba muy bien.
Tanto Rhodes como el Langui son músicos profesionales, pero han pasado por sus calvarios particulares hasta llegar ahí. Sólo que la música ha ido con ellos de la mano. No les ha defraudado.
En cambio, Antonio no es un músico famoso, ni siquiera es profesional (quizás algún día lo será). Antonio estudia grado medio de violoncello en el conservatorio de su ciudad. Hasta aquí todo normal. Si no fuera porque Antonio tiene autismo y serias dificultades para expresarse. Sin embargo, con la música ha logrado esa capacidad de comunicación de la que por desgracia carece. Le apasiona. Toca varios instrumentos porque es algo por lo que ha sentido una verdadera atracción desde pequeño. Improvisa, se evade, toca solo y acompañado. Qué suerte que sus padres se dieran cuenta de su gran don y le facilitasen el camino.
Y los chicos de la orquesta de Cateura, Paraguay. Son niños con pocos recursos, sus familias viven de lo que les da el vertedero más grande del país. Pocos recursos, pocas oportunidades. Un entorno poco favorecedor para los pequeños, donde se trabaja y se sobrevive. Hasta que a alguien se le ocurrió hacer instrumentos musicales a partir de la basura, y formaron una orquesta reciclada. La música les devolvió alegría, compañía, grupo, oportunidades, conocimiento, esparcimiento. Esos niños aprendieron que ellos también podían. Se han enganchado a la música, tienen mucho que decir.
Incluso en un mundo tan aparentemente lejano a la música como es el fútbol, existen historias que muestran el poder que tiene la música para acompañarnos: cuentan que Pep Guardiola ponía a todo volumen Viva la vida de Coldplay a sus jugadores en el vestuario justo antes de los partidos importantes. Esa canción les ponía las pilas, salían motivados, unidos y concentrados en lo que iba a suceder.
Por último, te quiero compartir cómo me ayudó la música a mí. Yo tuve una adolescencia algo complicada. No guardo un gran recuerdo, la verdad. Como a muchos, supongo, me pasó que sentí que no encajaba en ningún sitio. Me sentía diferente, no me gustaba la sensación de ser rara pero a la vez no quería claudicar y pasar por aros que no me apetecía. Hasta que me enganché profundamente de la música. Comencé a estudiar muchísimo piano, a escuchar un montón de música, ir a todos los conciertos que podía… Y ¿qué pasó? Comencé a llenarme, a crecer, a madurar… Tenía algo que me hacía sentir plena, que me identificaba…y lo mejor, me di cuenta que no estaba sola, y conocí a mucha gente, aún hoy muy importante para mí, con la que podía hablar, compartir…
Si te das cuenta, todas estas historias son bastante diferentes entre sí. Hay músicos profesionales, gente anónima… pero el hecho de que a todos ellos la música le haya ayudado se debe a una razón: la música va de emociones. Las transmite, las recoge. Vibramos con ella, es el mejor vehículo de expresión, incluso para los que muchas veces, no tienen voz. Para los que no tienen otras formas de comunicación.
Por eso, si estás triste, muchas veces te pones música que te resulta triste y lloras. La música te ayuda a expresar, a sacar. O si te metes en la ducha, te pones a cantar a pleno pulmón. Necesitas desahogarte, sacar de tu cuerpo esa energía extra, esos nervios, esa ansia… Y al sacarlo, sanas. Porque lo que se queda dentro, siempre, tarde o temprano, se pudre…
Ahora cuéntame tú, ¿cómo te ayuda la música a ti?
Bonitas historias…
Yo me pongo mi canción favorita del usb de camino a casa en el coche después del curro, ¡hay que celebrarlo!
Gracias Joao!
Esos son los pequeños placeres de la vida, ¿verdad?
Cuando cantas algo que hace que los pelos se te pongan de punta, la piel gallina y que una energía extraordinaria recorra todo tu cuerpo…eso es magia…eso es Música!!
Como las historias que contáis.
Gracias Antonio!
Qué sensaciones nos da la música, ¿verdad? Hay muy pocas cosas en la vida que consiguen emocionarnos y traspasarnos tan inexplicablemente como la música…