En los últimos años me he dado cuenta de una situación que se repite en numerosas ocasiones. En las primeras sesiones de mis clases de música preguntaba a mis alumnos (los más pequeños tenían 7 años) qué canciones eran las que más les gustaban.
En muchos casos, los niños y niñas se quedaban bloqueados, sin saber qué contestar, puesto que aseguraban, no cantaban nunca o casi nunca.
Después les preguntaba a ver si escuchaban música, y la mayoría me contaba que no lo hacían como algo habitual, y que si lo hacían, era la música (comercial) de la radio. Escucha pasiva, y sin ninguna posibilidad de elección o de intervención de un gusto personalizado.
Todo esto, obviamente, iba acompañado de una prueba palpable de que lo que me contaban efectivamente era así. A los niños y niñas que no cantaban y que no escuchaban música o apenas (esto iba muy ligado), les costaba muchísimo adquirir la habilidad de la entonación y del canto. Y además, este “retraso”, podía venir dado por dos factores:
1. El oído y la voz están sin entrenar y por ello les cuesta más de lo normal
2. El inconveniente es más emocional: estos niños y niñas sienten más y mayor vergüenza a la hora de cantar, y mayor miedo a hacer el ridículo que niños y niñas que estén acostumbrados a cantar y a tener gente alrededor que canta (independientemente del resultado con que lo hagan)
Mis compañeros y compañeras de profesión más mayores cuentan que esto hace dos o tres décadas no era así. Entonces, ¿qué ha sucedido? ¿qué ha cambiado?
A continuación os muestro mi análisis y reflexión personal sobre las causas de que las niñas y niños ya no canten:
1. Son niños a los que no se les ha cantado. Y es normal, porque vivimos en un mundo acelerado, en el que a sus padres y madres se les exige trabajar a destajo, llevar ritmos vertiginosos, criar a sus hijos en una sociedad que pide que les lleves a patinaje, después a inglés, y después a yoga porque se estresan… En fin… Tenemos poco tiempo, y el tiempo que tenemos es para prácticamente labores rutinarias y ya.
2. La sociedad actual tiende a sobreestimular a los niños. No hay hueco para el aburrimiento, algo muy pero que muy importante para que la creatividad y la imaginación se pongan en funcionamiento.
3. Sus juguetes ya lo hacen todo por ellos. Cacharros con pilas que lloran, corren, emiten luces o sonidos. Así se consigue que se conviertan en sujetos pasivos de su propio juego. Antes los niños y niñas se entretenían con elementos de la naturaleza, y con palos y piedras inventaban historias, jugaban a ser piratas, cantantes o elefantes. Se jugaba a la cuerda, cantando canciones rítmicas, saltando al compás. O eran muy habituales los juegos de manos en los que también se entonaban tonadillas rimadas.
4. Las tecnologías nos han separado mucho de lo analógico. En las sobremesas es muy fácil ver a las personas con los móviles sobre la mesa, pero ya no hay espacio para cantar a voces como se hacía antaño. También las tecnologías les quitan de muchos momentos en los que podrían estar disfrutando de otras cosas, como por ejemplo la música. Ahora es más fácil ponerles la Tablet en el coche para que no se aburran, pero en nuestra infancia, nuestros padres y madres tiraban de ingenio para aguantar el tipo sin que el viaje acabase como el rosario de la aurora… Frere Jacques a voces, badabadum badum badero, y un largo repertorio que era típico de excursiones familiares y colegiales.
Más tiempo de relax, de conexión con la naturaleza, con nuestros seres queridos, más tiempo de aburrimiento, más silencios, más conversaciones… pueden devolvernos y devolverles algo natural en su crecimiento: el canto.
Y como siempre decimos, no canta quien está triste, sino quien tiene el corazón contento, optimismo y vitalidad.
Y tus niños y niñas, ¿son de cantar?