Hoy traigo al blog uno de los prejuicios más típicos que se dan en música.
La música clásica tiene un estigma social grande. A menudo es considerada como aburrida, de gente mayor, de gente pudiente, estirada, distante… Muchas personas tienen un concepto de que es aburrida, aunque algunos no hayan escuchado nunca una pieza entera.
Los conciertos de música clásica no tienen muy buena fama, y decir que escuchas clásica en casa es cosa como de marcianos… o del siglo pasado.
Pero ¿por qué?
Bajo mi punto de vista es cierto que la industria de la música clásica no ha sabido adaptarse a los tiempos que corren, digamos que no ha sabido venderse bien. Pero no es mi intención hacer crítica ni analizar el marketing llevado a cabo en este sector.
Sin embargo, vivimos en un mundo en el que la estética dice mucho de nosotros, de nuestra manera de pensar o de proceder, nuestros gustos… Por eso, las siguientes cuestiones pueden causar cierto rechazo preliminar que impide que el público general se acerque y disfrute de la música clásica:
- Lo primero que puede echar para atrás es la terminología en sí misma: La palabra “clásica” puede estar asociada a conceptos como anticuado, rancio, obsoleto… El nombre se refiere a un periodo, el periodo clásico, pero en realidad el término “música clásica” hace referencia a la música de varios siglos, incluyendo la música contemporánea. Es como llamar Edad Media a la época comprendida entre el siglo V hasta el siglo XXI.
Otro término que se suele utilizar es la de “música seria”. Este término aleja aún más al oyente. Lo serio no gusta, no es cercano, no es amable. Y otro término que aún chirría más por lo pretencioso que tras él se esconde es el de “música culta”. Como si las demás no lo fuesen. - El “dress code” de la música clásica también es como de otro mundo. Smokings, chaqués, la elegancia y seriedad elevada a la enésima potencia. Si en tu día a día vistes con vaqueros y camiseta, si te gusta escuchar música para disfrutar, y disfrutas más con ropa cómoda, puede que este hecho también te aleje subliminalmente de la onda clásica.
- La seriedad del músico. Es cierto que sienten una especie de transcendencia cuando interpretan obras. Que realizan un trabajo artesanal y virtuosístico al mismo tiempo… Pero las maneras, la forma de dirigirse a la audiencia, tampoco ayudan a sentirla cercana.
- Unas reglas muy cerradas pero que no todo el mundo sabe. En los conciertos de música clásica hay unas reglas de comportamiento: No se puede hablar, no se puede toser… Hasta ahí puede ser más o menos comprensible (aunque estar callado en los conciertos no es un protocolo tan antiguo). Tampoco se puede aplaudir entre los diferentes movimientos de una misma obra, por ejemplo. Pero estas reglas ni las conoce todo el mundo ni tiene por qué hacerlo. En muchas ocasiones los “entendidos”, o más bien, los que conocen estos códigos, recriminan con “shhhhh“ a los entusiasmados que aplauden con admiración tras un pasaje potente. Eso tampoco ayuda. Crea clases y clases: los que saben, y los que no. Si estás en el segundo grupo, seguramente no te sientas del todo cómodo.
- La concepción de que hay que entenderla. La música clásica ha llegado hasta el extremo en cuanto a cerebral, pero en realidad es un arte y está concebido para disfrutar. El entenderlo y saber los entresijos tiene que ver con el músico, no con el oyente. Se ha intentado profesionalizar al espectador, y eso lo aleja. Es como si para ir al Museo del Prado a admirar los cuadros de Goya, tuvieras que saber técnica pictórica. O para saborear un rico sushi en un restaurante, tuvieras que saber hacerlo. Impensable, ¿verdad?
Quizás por cosas así el público joven se aleje del mundo de la música clásica, sin oportunidad de conocer obras, compositores y artistas increíbles, que nada tienen ni de lejanos ni de aburridos. La música clásica es inmensa, vale la pena conocerla, acercarse a ella y disfrutar. Nos puede acompañar a lo largo de nuestra vida para hacernos emocionarnos, disfrutar, relajarnos o chutarnos energía.
Por eso, la próxima semana te traeré “Desmontando mitos II: Por qué la música clásica sí es para niños (y para todos)”
Y tú, ¿te has sentido identificado con alguna de las escenas?