La flauta dulce, o la “flauta del cole” como la llaman muchos niños, se ha convertido en un elemento indiscutible en la enseñanza musical en los colegios.
Su aplicación en el aula se implantó con el Plan de Estudios del 67, como idea para implementar el Método Orff en las escuelas.
Sin embargo, poco a poco, se fue diluyendo la teoría, y en la práctica poco quedó de Orff, y mucho o todo de flauta.
Es decir, actualmente (y hace muchos años también, porque yo lo he vivido en mis propias carnes), la clase de música en el colegio consiste básicamente en aprender (intentar aprender) a hacer sonar la flauta, y como mucho, algo de Historia de la música y de los compositores.
Sin esta visión global, y siempre a mi juicio, la flauta pierde absolutamente su razón de ser.
¿Por qué?
1. Supone un obstáculo entre el niño y la música. El niño nace con un instrumento que es su propia voz. Sería muy beneficioso, saludable, orgánico y además musicalmente interesante que aprendiese a manejarla, conocerla, e investigar todos los registros y posibilidades que encierra.
En cambio, para manejar una flauta, hace falta un manejo psicomotor, un alfabetismo musical, el concepto del ritmo y de las figuras rítmicas… Muchas veces comienzan tan pequeños que aún no están preparados para afrontar todos estos requisitos a la vez, y se convierte en una lucha con la flauta.
2. Nos olvidamos de hacer música. Debido a lo que explicaba en el anterior punto, el foco del profesor y del alumno acaban siendo hacer sonar “este cacharro”, tapar los agujeros que tocan en cada momento, haciendo que no suene un pitido y poder leer la partitura como es. Todo menos música.
3. Todas estas dificultades hacen que el alumnado, por lo general, acabe odiando la flauta y pierda interés en las clases de música. De esta forma, muchas veces extrapola esta sensación a toda la música en general, llegando a rechazarla, y por tanto, desvinculándose de ella y de su esencia.
¿Cuál es el problema?
1. La música sigue siendo la gran infravalorada de la enseñanza. No se le da importancia ni en contenidos, ni en materiales/inversiones, ni en minutaje.
2. Tratada como una asignatura teórica más. No se explota su poder, la parte emocional que implica, de creatividad, de expresión, de conexión… No se trabaja de forma práctica, no se juega con ella, no se crea.
¿Y la solución?
1. Formar al profesorado, ofreciendo cursos de especialización, de formación.
2. Aumentando el número de horas semanales dedicadas a la música, para que haya un seguimiento, una direccionalidad, y suficiente tiempo para trabajar, digerir, asimilar, probar, crear, proponer…
3. Cambiando la mirada. Tratando a la música como lo que es, no como una asignatura más de asimilación de conceptos teóricos.
Y tú, ¿qué recuerdo guardas de tus clases de música del colegio? ¿También eres hija/o de la flauta dulce?
No estoy de acuerdo que no se enseña a cantar a los niños algunos lo hacemos desde infantil. Y siguiendo métodos basados en pedagogías como Willems, Orff, Dalcroze, Jos Wuitak.
Tampoco que la flauta de pico se enseñe mal y sin actualizar. Con las escalas pentatonicas los alumnos se divierten y se puede jugar improvisando.
Enhorabuena por apoyar la música, larga vida.
Obviamente hablo de la enseñanza musical de una forma general y global.
Siempre hay profesores como tú, que son el futuro de la música. Enhorabuena por hacerlo tan bien!