Cuando comenzamos los talleres de música para bebés y para niños y niñas pequeños con sus familias, una de las primeras cosas que comento antes de empezar es la importancia de quitarnos las expectativas que nos hacemos los mayores con respecto a nuestros hijos
Si tomamos la decisión de asistir a un taller así, por supuesto hay una meditación y unos objetivos en mayor o menor medida detrás. Queremos pasar un rato agradable, queremos acercarnos y acercarles a la música, o queremos obtener herramientas, trucos, juegos para aplicar en casa, queremos que vayan aprendiendo nociones musicales o simplemente queremos dedicarles un tiempo de exclusividad (sobre todo cuando hay más hermanxs en la familia).
Esto está bien, es natural, y es necesario tener un “por qué” para asistir. Pero con lo de las expectativas no me refiero a esto.
Con expectativas me refiero a la forma que tengan de llegar al objetivo, la manera que tengan de expresar aquello que van vivenciando, el tiempo del proceso, incluso estar abiertos a que pueda no gustarles.
Cuando llegamos con nuestro bebé o hijo pequeño a una sesión, lo primero que debemos hacer es OBSERVARLE.
Ver si siente curiosidad, por qué actividades, por qué sonoridades, por qué momentos, por qué instrumentos tiene preferencia, ver si esta preferencia se mantiene a lo largo de las sesiones o si va dependiendo de su estado emocional, ver su nivel de observación, de escucha, los cambios en su estado y en sus movimientos con las diferentes propuestas musicales…
Como veis, hay mucho que observar, antes de intervenir. De hecho, en nuestras sesiones, como siempre explicamos, las actividades que hacemos son sólo PROPUESTAS, que en todo caso las familias pueden modificar, cambiar, hacer, no hacer…
Muchas veces el proceso está por dentro. Hay bebés que escuchan música e inmediatamente se ponen a dar grititos o dar palmas, pero otros se quedan aparentemente impasibles. Y la experiencia musical está pasando por dentro de todos ellos. Simplemente cada uno lo está exteriorizando según su forma de ser, su estado actual, sus necesidades del momento o por muchos motivos más.
En ocasiones veo madres y padres empeñados en que su bebé agite el instrumento, dé palmas o sonría. Y siempre digo: “dejémosles absorber la música a su manera, lo están haciendo. Confiemos en ellos y en su proceso. No les condicionemos.”
Otras veces, con niñxs un poquito más mayores, también veo cómo algunos padres quieren que participen en todo momento, dando indicaciones de cómo está bien y cómo está mal. Esto también es un error. Hay que dejar que fluya, dar una oportunidad a que su mente y su cuerpo se expresen libremente. La manera es lo de menos.
Pero sobre todo, a veces nos encontramos con mayores que pretenden que sus hijos “hagan” mientras ellos están inmóviles mirando, de espectadores.
¿Quieres que cante? Canta
¿Quieres que salte? Salta
¿Quieres que se ilusione con la propuesta? Ilusiónate con la propuesta
Y ellos tendrán su momento, y llegará, valga la redundancia, en su momento.
Una anécdota que suele ocurrir con frecuencia es que en ocasiones algunos niños que aparentemente han estado más pasivos en una sesión, al cabo de varios días, empiezan a canturrear en casa determinada canción, o a percutir determinado ritmo que hicimos días atrás. Y muchas madres dicen que ellas hubieran sido incapaces de acordarse de aquella melodía.
Aquí tenemos la prueba de que el niño no estaba pasivo: estaba OBSERVANDO, estaba sumergido en la sesión, empapándose, dejando que la música se adentrase en él.
Por lo tanto, expectativas a cero, dejemos que vivan la experiencia. A su manera, con sus tiempos, sus ritmos, sus intereses. Y por supuesto, acompañémosles con mucha, mucha observación.