Como padres preocupados por la educación de nuestros hijos, muchos buscamos más allá de las actividades escolares para completar su formación, tanto a nivel educacional como a nivel personal, vocacional, y artístico.
Por ello, muchos padres deciden ofrecer una educación musical. Es raro que a alguien no le guste la música, y además de todos es sabido que aprender un instrumento y el lenguaje musical es muy importante… ¿Seguro? ¿Es muy importante?
Es cierto que la música conlleva valores tremendamente ricos, como la creatividad, sensibilidad, emotividad, diversión, el juego, el movimiento, la evasión… Pero… ¿De verdad hace falta una formación musical reglada para transmitirlos? Lo primero de todo sería aclarar que todas estas cualidades no son exclusivas de la música. Ésta es un buen vehículo para todas ellas, pero no el único.
A lo largo de los años en los que he trabajado en escuelas de música, he conocido muchísimos casos de niños que les encanta la música, pero que odian ir a clase de lenguaje musical y de instrumento y acaban aborreciéndola. No quieren estudiar, se aburren, no les va. Muchos de los padres de esos niños venían a las reuniones
trimestrales, y me confesaban que sí, que sus hijos venían obligados (no hace falta ninguna confesión para darse cuenta, creedme). Pero que ellos (y siempre con la mejor de las intenciones), habían oído que la música “es buena para las matemáticas” o “le puede ayudar a relajarse, es que es muy movido”.
Para ambos ejemplos, la respuesta es “sí pero no”. Me explico. Eso de que la música es buena para las matemáticas… Bueno, pues sí, y no. Es decir, que no es obligatoria para desarrollar las capacidades numéricas de los niños. Pueden adquirirlas por medio de tantas otras cosas. Y si tienes un niño muy movido y lo metes en un aula de música con 20 niños más, sentado en un pupitre y marcando el compás… quizás es lo peor que le puedas hacer, y que ese nerviosismo lo pueda canalizar mejor en clase de circo o en baile.
Por lo tanto, sí, la música tiene infinidad de herramientas que aportarnos, a nosotros y a nuestros hijos, pero sólo serán eficaces si partimos de un interés. Y todos estos beneficios no son exclusivos de la formación reglada. Un niño explorando en su habitación con unas campanitas o con un pequeño xilófono, está experimentando y aprendiendo multitud de áreas, partiendo del juego, de la libertad y del interés. La música es apasionante, es divertida y es maravillosa, pero sería una pena acercarnos a ella como mera herramienta para alcanzar otras metas. Sólo disfrutarla nos puede reportar grandes cosas, no necesitamos conocer toda su teoría ni cursar estudios reglados y estructurados para nutrirnos de su esencia. Existen múltiples formas más informales para aprender (si es que meternos en un aula de conservatorio no es lo nuestro), como coros infantiles o de adultos, agrupaciones instrumentales (batukadas, bandas), conciertos de todo tipo, plataformas en internet donde podemos consultar, escuchar, aprender…

Totalmente de acuerdo. Por no hablar de los padres y madres que apuntan a sus hijos e hijas diciendo: «es que yo siempre he querido aprender a tocar el piano etc». Entonces apúntese usted a clases de piano, no a su hijo.
Y lo de la enseñanza musical en otros aspectos, como coros, agrupaciones o incluso cada uno de nosotros en nuestras casas, es lo más aconsejable.
Gracias Natxo por tu aportación!
Muchas veces proyectamos en nuestros hijos aquellas frustraciones que tenemos, nuestras espinitas clavadas… No nos damos cuenta que eso es parte nuestra, no de los nuestros. Y que nunca es tarde para quitárselas!